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viernes, 27 de noviembre de 2009

Hay un par de maneras de darse cuenta que todo cambió.
Podés mirar a los ojos del integrante más pequeño de tu familia y darte cuenta que su edad casi llega a los dos dígitos, pero que su interior permanece increiblemente intacto y puro como aquella vez que te quedaste mirandolos por primera vez, y que además su altura, peso y tamaño ya no concuerdan con aquél nombre que lo llamabas, al que probablemente se le agregará un ito o ita al final, para disminuirlo y atribuirle una ternura descomunal.
Podés mirar a tu alrededor y darte cuenta como tus amigos se dividieron, como cambiaron, y como solo unos pocos te siguen pasando cabida o te siguen recordando de vez en cuando que te quieren o te aman, cuando antes muchos más te juraban amor por el resto de su propia eternidad.
Podés fijarte en la t.v. y buscar los programas que veias hace años para darte cuenta que ya no son parte de la programación y que la ilusión de que sigan ahí son justamente eso; una simple ilusión.
Podés retomar tu actividad favorita después de un par de años de no practicarla, y darte cuenta como te afectó eso y caer en la cuenta que, como en mi caso, fueron poco más de 730 días sin mover un músculo, esa falta de actividad, te cagó las articulaciones, y toda la mierda mental que tenés que preparar para poder pararte frente a 1.200 personas, y no cagarte encima como un bebé pelotudo.
Podés reunirte con viejos compañeros, y darte cuenta qe la mitad se droga, casi todos fuman, probablemente todos se pongan en pedo los fines de semana, pero que NINGUNO, tiene un tema en común para hablar y unificar al grupo en una charla genial; solo el triste y melancólico tema de la década y media compartida años atras.
Podés mirarte a un espejo y darte cuenta que ahora te delineas mucho, que ya la mitad de tu familia no está, que perdiste lo más importante, y que ya no tenés rumbo, que tu pelo cambió de color, que tus dientes están más derechos, que tu sonrisa es más falsa, que tus ojos son más rojos e inchados.
Pero no podés negar los cambios. Por que incluso, yo, que ODIO los cambios con cada célula de mi persona, admito haber cambiado.
Por que todos cambiamos, y ya no tiene sentido negarlo.

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